Si solo tuviera la mitad de su Suerte

Si solo tuviera la mitad de su SuerteSi solo tuviera la mitad de su Suerte

Si solo tuviera la mitad de su Suerte

Todos conocemos a alguien que explica su ” Mala suerte” en la vida por un pasado injusto: una infancia infeliz, una escolaridad frustrante, un jefe descalificador, una enfermedad, una tragedia personal. Seguramente alguna vez nosotros mismos hemos pensando secretamente: ” Él o ella la tienen tan fácil … So sólo tuviera la mitad de su suerte, Su fortuna y las posibilidades que le dio la vida desde la cuna, mi vida sería otra”.

A Facundo Cabral la vida le planteó desafíos de esos que a nadie le gustaría atravesar: pasó parte de su infancia en un reformatorio, hasta los nueve años no pudo hablar y sólo a los 14 aprendió a leer y escribir. A los 20 le diagnosticaron cáncer en los huesos y su médico le dijo que le quedaban unos meses de vida. Sobrevivió muchos años más, pero al llegar a los 40 se quedó solo: su mujer y su hijita de un año murieron en un trágico accidente. Y tuvo que esperar 46 años para conocer a su padre.

Las cartas que le toco jugar no fueron las mejores. Sin embargo, desde chico tuvo viva la confianza que, por ejemplo, lo llevo a recorrer 3000 kilómetros a pie cuando sólo tenia nueve años, con el fin de encontrar un trabajo que le permitiera alimentar a su madre y a sus seis hermanos, después de que fueron abandonados por su padre.

Fue la confianza en sí mismo, en sus habilidades y también en Dios, lo que le permitió conseguir un trabajo en un hotel de Mar de Plata, donde le dinero la primera oportunidad de cantar con su guitarra. A partir de ahí nunca dejó de componer y de cantar canciones que inspiraron a millones de personas y que le llevaron a recorrer el mundo.

Llegó a grabar en nueve idiomas y con cantantes muy famosos, como Alberto Cortés, Julio Iglesias y Neil Diamond. Esta suerte de profeta en su tierra y fuera de ella, maltrecho y casi ciego, nunca se quejó ni maldijo su suerte; todo lo contrario: le cantaba a la paz.

Esta historia la contamos para ilustrar que nuestra infancia no determina la clase de persona que seremos en la edad adulta: ésa es una elección personal que deriva de cómo decidimos atravesar dolor. No significa no sentirlo, sino encontrar el modo de enfrentarlo para transformarlo de tal manera que adquiera sentido. Esta es la clave de la resiliencia.

La resiliencia es la capacidad de transformar lo malo en algo bueno, sacar provecho al desafío, que se nos presenta para desarrollar talentos que de otra forma permanecen ocultos.

Espero sea de utilidad en tu crecimiento esta reflexión

Un abrazo, tu amigo  Leonardo Cubillán

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Fuente: Libro Desafiando Imposibles de Verónica de Andrés y Florencia de Andrés

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